¡Conoce mi historia!
Abriéndome en canal sobre mi pasión por el bienestar emocional familiar
Mi padre siempre me ha explicado que una vez, cuando era pequeña, me preguntó de qué me gustaría trabajar cuando fuera mayor y le contesté: quiero ser “ayudadora”. Tenía claro que lo que me llenaría era poder ayudar a otras personas.
Decidí estudiar la carrera de psicología por el interés por saber cómo funciona la mente humana y porqué sabía que podría conseguir el propósito que tenía desde pequeña, ayudar. Cuando acabé la carrera estudié unas oposiciones muy duras durante 3 años, estudiaba 8 horas al día 6 días a la semana, y aún así no conseguí mi plaza.
Durante 2 de esos 3 años me sentía totalmente apática, nada me motivaba ni me emocionaba, sentía indiferencia por todo. Después de esta vivencia decidí estudiar algo que me gustara y me ayudara en ese momento de mi vida, por eso elegí estudiar un posgrado en psicología infantojuvenil y el máster en terapias de bienestar emocional, el cuál fué sanador para mi, fué un antes y un después en mi vida.
Entendí el motivo por el cuál aparecen mis emociones, a identificarlas, comprenderlas y a gestionarlas además de aprender a ser más compasiva y amable conmigo misma, entonces mi apatía desapareció. Al acabar el máster busqué un trabajo que me permitiera desarrollar la inteligencia emocional en la infancia y lo conseguí.
A lo largo de estos 4 años trabajando con niños y niñas y ayudándoles a identificar, comprender y gestionar sus emociones, además de desarrollar una buena autoestima, he comprendido que por mucho que me esfuerce y me implique en cada caso si los referentes no se involucran en el proceso de poco sirve mi trabajo. Un día, pensando en eso, me puse a reflexionar sobre mis emociones de cuando era niña y cómo actuaban mis padres al respecto.
Para explicarlo es necesario empezar por el principio. El embarazo de mi madre fue difícil, yo nací a los 6 meses de gestación porque mi hermana melliza falleció en ese tiempo. Desde pequeña fui una niña muy tímida, sensible e insegura, rasgos que se asocian a menudo con la prematuridad. Mis padres siempre estuvieron allí para escucharme, entenderme y ayudarme en lo que necesitara, validaban y aceptaban mis emociones fueran las que fueran, sin juzgarme y siempre confiando en mi. Gracias a eso poco a poco fui confiando más en mi misma hasta ser la que soy hoy en día, una mujer con una autoestima equilibrada y segura de mi misma, empática, amable y comprensiva y no dudo en expresar mis emociones por miedo a sentirme juzgada, hecho que me ayuda a gestionarlas.
Todas estas experiencias me han ayudado a comprender que entender el mundo de las emociones es esencial para tener una vida plena y del papel tan importante y necesario que tiene la familia en este aprendizaje. Mi principal deseo es capacitar a los padres y madres para poder ayudar a sus hijos e hijas a desarrollar su inteligencia emocional desarrollando la suya propia y, de esta manera, aumentar el bienestar emocional de las familias.